Como no podía ser de otra manera continuamos con nuestro pequeño relato... esta vez nos adentramos un poquito mas ;)
Muchas gracias y buen puente a tod@s!!
CAPITULO III
Sin saber por qué mis pies
cansados y mi cabeza perdida me habían conducido hasta el subnivel J38. ¿Por
qué subnivel?, no tenía la menor idea pero las palabras, como ya habían hecho
hace mas de media hora desde mi "despertar", surgían solas, como con
vida propia, en mi mente.
Pese al agotador camino recorrido
mis piernas seguían manteniéndome a duras penas pero sin ceder; la barandilla
de las escaleras habían servido de apoyo en numerosas ocasiones. No quería
rendirme. Quería respuestas y por lo visto las encontraría allá arriba.
El silencio continuaba siendo mi
fiel compañero... y único. Cuando me interné por el pasillo del J38 el panorama
no parecía distinto a lo que ya había recorrido: pasillos oscuros, terminales
apagadas y, de vez en cuando, algún quejido de las estructuras que me rodeaban
como una oscura criatura. Un cruce a la derecha, otro... apenas podía recordar
el camino que había tomado o como regresar a la sala médica pero tampoco me
pareció importante. Lo mas extraño de todo aquello era que, pese a lo enorme de
todo lo que me rodeaba no había apenas puertas que me dieran una pista de donde
estaba o de si había alguien mas allí.
Finalmente mi cuerpo se detuvo
delante de una puerta grande, hexagonal, con una franja rojiza apenas visible
entre el óxido y la suciedad, con su nombre tatuado en las mismas y calladas letras
que anteriormente había podido leer: B161. Joder, si que era grande esta mierda.
Nuevamente un panel numérico y un
lector de palma me esperaban impacientes así que usé mi magia para abrirla y
cuando mis dedos terminaros de teclear la puerta se abrió, apartándose a ambos
lados para dejar a la vista una gran habitación, tan acogedora y oscura como
las anteriores pero con un aire cálido y reconfortante que me invitaba a
entrar.
Era algún tipo de barracón. En la
entrada a la sala había decenas de taquillas metálicas apiladas en fila y unas
sobre otras con una numeración. Al menos debía de haber cincuenta de ellas.
Junto a estas había bancos metálicos de diferentes tamaños para acomodarse lo
cual no pude sino agradecer enormemente antes de continuar examinando la sala.
Además pegado a la pared de enfrente de la entrada había numerosos vestidores
cerrados igualmente numerados pero con un teclado numérico en cada uno de
ellos.
Hacia la derecha se encontraban
unos lavabos y una zona de duchas con sensores de presión y detectores de
humedad con capacidad para otras tantas personas. Todo impoluto y vacío.
Mis pasos ahora se dirigieron
hacia la izquierda de la sala, internándome entre los pasillos de taquillas.
Era una sala enorme que podría haber albergado mas de cien personas pero su
disposición dejaba claro un uso limitado y exclusivo. No podía dejar de dar
vueltas a la franja roja de la puerta como si tratase de recordar algo.
Tras dejar atrás las taquillas
llegué a la zona final de la sala. En la pared oeste se habían instalado diez
terminales personales de contacto externo. Espera... ¿contacto externo? ¿dónde
coño estaba para necesitar de terminales especiales?. Como era de esperar no
funcionaba ninguna. La eterna falta de energía era frustrante pero al menos
esperaba darme una ducha y poder buscar algo de ropa en los vestidores o
taquillas. La sala no era tan fría como el resto y mis pies me dolían aún mas
por la caminata hasta allí.
Con el escalpelo aferrado en mi
zurda solté el ridículo enganche del camisón de hospital, y mis pies se posaron
sobre el plato de la ducha. Su calor se ajustó a mi temperatura corporal casi
al instante y el agua comenzó a brotar por la ducha bañando mi cuerpo maltrecho
con un reconfortante alivio. Por un momento dejé caer mi cabeza hacia atrás y
cerré los ojos para disfrutar aún mas de ese momento, dando gracias porque
aquel regalo entrase dentro de la "energía de reserva". Fue entonces
cuando escuche el sonido de la puerta al abrirse.
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