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DAEDORN´S TALES: LIBRO 2 - CAMINO

 


LIBRO 2: CAMINO

DÍA I: EL TEMPLO

Tras toda la noche de viaje ninguno de los nuevos compañeros parece haber descansado lo suficiente. Ha empezado a llover copiosamente y el frío aire del norte se mueve veloz por los últimos kilómetros del Valle de Cuervos lo que no ayuda a los viajeros.

Rundar sigue al lado de Dinadar aunque ninguno de ellos ha articulado palabra desde que salieron y se limitan a vigilar el camino como si un troll pudiese salir en cualquier momento.
Nimrod ha descendido del techo de la carreta con las primeras gotas y se ha acurrucado con la caja bajo los asientos donde Sailzan reposa sus pies intentando dormir. Evelyn lleva toda la noche haciendo esfuerzos por conseguirlo, sin embargo, cada vez que cierra los ojos las pesadillas la asaltan: oscuridad, gritos, dolor. Recuerdos de un pasado no tan lejano que se entremezclan con los ojos rojizos y una voz tenebrosa… la de aquel hombre que les pidió que le entregasen lo que era suyo.

-          Tú no eres de esta parte de Daedorn, ¿verdad?

Las palabras de Sailzan la cogen desprevenida.

-          No.

 

-          Yo he sido esclavo toda mi vida, ¿sabes? – Sailzan continúa, colocando los brazos bajo su cabeza mientras se acomoda en el asiento. El barro que se está formando en el camino y el continuo golpeteo de la lluvia sobre la carreta hacen que a cualquiera le cueste conciliar el sueño aunque, en su caso, esto es una mejora. Nunca había montado en carruaje, y menos con tanto lujo – desde que murió mi madre no he conocido otra cosa que las celdas o casas de mis amos. Ahora que soy libre estoy seguro que el Sacrosanto ha bendecido nuestro viaje con una misión, una que haga que este decadente mundo cambie… ¿no crees?

 

-          No, no lo creo.

 

 

 

 

Sailzan vuelve la cara y mira a la humana a su lado: es una mujer joven, que ha trabajado en el campo como atestiguan sus manos y, sin embargo, pese su suciedad y la sequedad en sus palabras Sailzan puede entrever gran belleza. Sin embargo, hay algo en ella que le inquieta y cuando está nervioso suele hablar, mucho.

-          El Sacrosanto quiere que hagamos un mundo mejor, más justo, donde los humanos como nosotros podamos vivir finalmente en paz.

 

-          Tú no eres humano…

 

-          Solo una parte – Sailzan sonríe aunque es fácil distinguir cierta tristeza. Su madre era humana por lo que de ella heredó la fragilidad, el amor y la devoción por el Sacrosanto. Su padre era un elfo, uno noble cuya lujuria y despotismo le dieron la vida a cambio de la de su madre. Las leyes son claras en cuanto al apareamiento entre los elfos y las otras razas.

 

-          …Pero el Sacrosanto nos ama a todos por igual, por eso se sacrificó por nosotros, no lo olvides – el mestizo continúa como si la frialdad de su compañera solo le diese más fuerzas para seguir - ¿tú qué hacías en Refugio de Ratas?

 

Evelyn está cansada de tanta cháchara. Nunca le ha gustado hablar con desconocidos y por suerte no lo ha hecho demasiado en los últimos años. Su vida desde que abandonó su hogar ha sido un viaje tras otro, sobreviviendo, tratando de alcanzar el poder suficiente para fraguar su venganza. Ahora quizá esa caja contenga algo, lo suficientemente poderoso para conseguirlo. Y depende de esta gente para lograrlo… cruel destino.

-          De paso.

 

-           Todos vamos de paso a alguna parte… por cierto, cuando la niebla nos envolvió en el pueblo, durante el ataque de los bestígoros, creí verte desaparecer a plena vista, ¿acaso sabes manipular las energías arcanas?

 

-          Había niebla, ninguno veíamos una mierda.

 

Evelyn trata de justificarse y espera haber logrado convencerle, sin embargo aquel mestizo curioso la vio realizar un Arcano de Autoridad para volverse invisible y así poder llegar hasta ellos. Es algo que no quisiera revelar pero algo la dice que va a ser difícil. Por el contrario Sailzan ha realizado manipulaciones del Arcano de Comunión varias veces en este tiempo que llevan juntos, utilizando esas energías para sanar las heridas de los supervivientes y habitantes del Refugio. Es extraño como aunque las energías arcanas lo envuelven y componen todo en Zaeloth, algunas personas han nacido dotadas para interaccionar con ellas de manera natural… como ella… como Sailzan, según parece. Sin estudios, sin entrenamiento más allá de la práctica. Los designios de los dioses son inexplicables.

Evelyn recuerda por un momento como aparecieron esas dotes la primera vez, siendo muy pequeña, cuando aquel elfo malencarado golpeó a su madre hasta dejarla casi muerta en el suelo. No, no fue el Arcano de Autoridad el que apareció entonces sino algo mucho más poderoso y oscuro. Rápidamente trata de alejar esos pensamientos de su cabeza; aún no sabe las habilidades que puede controlar Sailzan y mucho menos las capacidades que puede tener controlando las energías de Comunión. Debe ser cauta.

-           Sí, puede ser – concede Sailzan – aunque debo darte las gracias en mi nombre y en el de mi compañero por habernos ayudado a escapar. Fue un acto valeroso.

 

-          No te emociones, fue algo práctico. Cuantos más fuésemos más difícil sería que aquellas cosas pudiesen acabar conmigo.

 

-          Ya… - Sailzan sonríe, parece que no termina de creerlo – bueno, gracias igualmente. El Sacrosanto enseñó con sus actos que debemos ser agradecidos. Pudiste haberte quedado escondida como otros en el pueblo y no lo hiciste. Eso para mí es algo importante.

Evelyn se gira, un tanto cansada por la conversación. El Sacrosanto fue un paladín de Úsula, la diosa creadora que se sacrificó hace muchas Eras para erradicar la maldad y la mancha que se había extendido debido a la envidia de los otros dioses, creando sus propios paladines pero mancillados por ese sentimiento oscuro. Es decir, su nacimiento fue la causa de su muerte. Era estúpido que su raza adorase a alguien que fue causa y solución de los problemas de Zealoth  aunque entendía que durante su corta vida el llamado Sacrosanto llevó la esperanza y la igualdad a los seres humanos en un mundo donde siempre habían sido esclavos. Fue un bonito sueño, o eso dicen. Actualmente, en la Era del Pesar o Sexta Era todo se había ido nuevamente a la mierda. Aunque los monstruos y mutaciones de la Mancha habían sido frenados, los elfos, en su infinita sed de poder volvían a colocar un sangriento yugo sobre los humanos, sus hijos. Los dioses ya no estaban para ayudar, para nivelar la balanza. Solo quedaban ellos mismos.

-          No vais a callaros, ¿eh? – la voz de Nimrod surge de debajo de los asientos frente a ellos y el mediano rueda un momento antes de alzarse y sentarse de un brinco en el forrado de tela del cojinete – aburrís a las ovejas, ¿sabes? Podríais hacer algo de provecho como ayudarme con esta puñetera caja, estoy seguro que hay algo dentro que nos va a hacer ricos…

El mediano parece no haber pegado ojo en toda la noche tratando de encontrar la forma de abrir el extraño recipiente pero su frustración es más que patente.

-          No se puede - Evelyn dirige ahora su mirada al mediano con desidia – tiene algún tipo de Arcano que evita que se pueda abrir por medios mundanos.

 

-          Es una preciosa antigüedad – las manos de Sailzan arrebatan la caja a Nimrod con mesura y delicadeza. Aunque al principio el mediano presta resistencia esta afloja al notar que el mestizo la coge con suavidad – tendrá varias Eras, seguro. ¿cómo pudo llegar algo así a manos del esclavista élfico?

 

-          Lo robó – sentencia Evelyn.

 

Sailzan la mira como juzgándola.

-          No todo el mundo consigue las cosas valiosas así.

 

-          Tuvo que robarlo – Nimrod apoya la afirmación de la humana y se cruza de brazos – ¿qué? Los elfos roban, arrebatan o matan a las razas menores para hacerse con sus bienes. Todos lo sabéis, incluso la elfa del pescante. Nosotros los medianos robamos para sobrevivir pero ellos lo hacen por codicia.

 

Sailzan asiente y revisa la caja. Puede notar los zarcillos de energías arcanas envolviendo el recipiente y palpitando pero es difícil reconocer el tipo de energías que se concentran en ella.
Toda su vida, casi desde que nació, ha tenido el “regalo” de ver esas energías, de sentirlas con su alma. Hay finos hilos que nacen de todas las cosas, todos los seres y objetos en Zealoth; con el paso de los años empezó a comprenderlos e identificarlos: los hay que fluyen con un color rojizo, de diferentes intensidades y matices, los llamados “Arcanos de Emoción”. Son impulsivos, centelleantes, impredecibles. Suele sentirlos en animales y objetos que desprenden emociones fuertes y sinceras. Sailzan nunca ha sabido controlarlos y les tiene demasiado respeto para intentarlo aunque conoce manipuladores arcanos que con ellos han logrado crear bolas de fuego devastadoras o hálitos de dragón. Es un arcano peligroso… Otras energías arcanas se distinguen por un color amarillento que puede alcanzar tonos pálidos o anaranjados incluso. Se denominan los arcanos de “Autoridad” y suelen percibirse como rectitud o majetuosidad en los sentidos. Finalmente se encuentran las energías arcanas de un tono azulado, la que Sailzan más comprende y manipula con sus artes, el “Arcano de Comunión”. Esta energía fluye de los elementos y de la comprensión de los mismos, rebosando un sentimiento de paz y quietud que le usa como recipiente y permite que pueda realizar sus curaciones, por ejemplo.

El mestizo no puede estar seguro de las energías que fluyen y se concentran en el interior de la caja, no tiene tanto conocimiento ni experiencia, apenas ha estudiado las artes arcanas de las enseñanzas de otros mientras ha vivido en cautiverio, lo suyo, sobre todo, es un conocimiento innato.

¿Y si fuesen energías oscuras las que han sido encerradas en su interior?

Sailzan lleva oyendo de esas energías toda su vida, ya fuese por la historia antigua, por mitos, leyendas o historias para hacer temblar a los niños. Desde que fueron descubiertas por los Danaq-Éter, conocidos como elfos en el lenguaje común, su uso imprudente ha causado más mal que bien. Pese a que los elfos creasen el resto de razas con las energías oscuras pronto los eruditos comprendieron que el Arcano de Oscuridad destruye el resto, se nutre de la vida y descompone lo que mancilla, rompiendo el equilibrio del resto de arcanos y creando la llamada “Mancha”. Es esta corrupción, esta maldad capaz de sesgar vida y destruir la balanza de los dioses, la que ha derrumbado el mundo, mutado animales y plantas así como creado la situación actual de todo Zealoth. Si la caja contuviese algún objeto o vestigio que concentra esa energía arcana bien harían todos ellos en olvidarse y tirarla al más profundo de los océanos o volcanes para que nunca jamás volviese a ver la luz.

Sailzan piensa por un momento en la extraña figura que les pidió que le entregaran lo que era suyo. A primera vista no era un ser de luz y armonía, no. Si se trataba de un erudito oscuro podría usar el contenido de la caja para volver a la “Era de la Caída” e incluso a la época en que Xanatos “el loco” asestó un golpe mortal a todo el continente de Daedorn. No, no debían permitirlo.

-          Creo que ya puedes devolverme la caja, Sailzan.

La voz del mediano hace que el mestizo despierte de sus pensamientos. Apenas ha pasado un minuto o dos, sin embargo, siente como si llevase huyendo con la caja un siglo.

-          Cierto… estará más segura en tus manos que en cualquiera de las nuestras.

Evelyn no puede evitar fijarse en que Sailzan ha palidecido notablemente tras hacerse con la caja e incluso ha notado como las energías arcanas han vibrado levemente mientras la sostenía. Ellos dos son apenas unos aprendices en las artes arcanas pero tienen la suficiente experiencia para guardar secretos que ninguno quiere compartir.

-          Si ese hombre es el dueño de la caja ¿por qué no nos la arrebató por la fuerza en el pueblo? Los bestígoros desaparecieron antes de su llegada, no sería raro pensar que él tuvo algo que ver…

Todos se quedan callados por un momento, pensativos. Finalmente es Nimrod quien vuelve a romper el silencio.

-          No creo que fuese porque nos tenía miedo. Al herrero y al orco ya les costó derribar a uno de los monstruos, no habría sido complicado que el resto nos matasen.

 

-          Quizá tenía prisa… - Sailzan se estira, le duelen las rodillas de mantenerse en esa posición pero al escuchar la incipiente tormenta y sentir el barro bajo las ruedas del carro agradece permanecer seco y con cierto calor en el interior.

 

-          Si así fue hemos sido muy afortunados, no puedo imaginar que logra apremiar a un ser como ese para que nos permita huir.

 

Evelyn se mantiene callada, meditabunda. Mientras el mediano y el mestizo siguen parloteando ella siente los flujos de energía arcana en el ambiente y tiene la certeza de que la caja es una diana enorme sobre sus cabezas. Ese hombre no les ha perdido de vista ni lo hará hasta que la caja sea suya y, sin embargo, no parece capaz de mancharse las manos con ella directamente. Es poco tranquilizador.

El tiempo empeora por momentos y la carreta se atasca en el barro que empieza a formarse. El caballo parece agotado. Grokar hace acopio de fuerzas y levanta el eje trasero de la carreta para que puedan proseguir. Todos parecen sorprendidos de la enorme fuerza del orco aunque él mismo está fatigado de tanto camino y esfuerzo. Ya deben ser con facilidad las cuatro de la tarde.

En ese momento la voz de Dinadar desde el pescante alerta a todos de una novedad.

-          Ahí, parece una pequeña edificación pegada a la falda rocosa del valle. Podremos descansar y guarecernos de la tormenta.

 

 


 

Rundar la mira y fuerza la vista, intentando distinguir el punto que señala la elfa pero no ve nada más allá de las gotas insistentes de agua que caen con dureza sobre ellos. Ni la lluvia es ya lo que era. Desde hace al menos una era el agua tiene que hervirse para poder beberse y a veces aún así llega a provocar enfermedades derivadas de la Mancha.

-          Supongo que podemos probar.

Grokar asiente con un gruñido y ayuda al caballo a empezar a moverse. En el interior de la carreta parece que todos aprueban la decisión así que poco a poco, entre la capa de lluvia cada vez mayor y los oscuros nubarrones, empiezan a distinguir la silueta desdibujada de un pequeño templo o capilla en bastante mal estado. Dinadar detiene el carro a apenas quince metros de una escalinata de piedra semi derruida y Grokar empieza a desligar los aparejos que atan al caballo.

-          Grokar, tu puedes quedarte cuidando el carruaje y al caballo mientras nosotros inspeccionamos. En breve te relevaremos, no te preocupes.

La voz del enano no parece inmutar al orco que continúa con su tarea mientras echa mano a una de las bolsas de provisiones. Tras acabar de poner el caballo cerca de la carreta y extender una pequeña lona para que permanezca seco se sienta en el borde lateral del transporte para empezar a engullir. Tanto Rundar como Dinadar y el resto de pasajeros descienden y revisan sus pertrechos antes de encarar la escalera de piedra.

-          Es pequeño templo dedicado a Tien Tull, la deidad de la Muerte – comienza Evelyn tras examinar la fachada.

 

-          Una capilla de rezo para descansar del arduo camino y reponer fuerzas a cubierto – medita Rundar – hay muchos como este, de las diferentes deidades, en todos los senderos y caminos… aunque desde que los dioses enmudecieron gran cantidad de estos “santuarios” han sido destruidos.

 

-          La gente no tiene respeto… y te lo dice un esclavo – finaliza Sailzan.

 

Todos guardan un respetuoso silencio y luego comienzan a subir cargados con algunos sacos de aprovisionamiento. La entrada es pequeña y el interior no tiene más de cincuenta metros cuadrados pero las columnas y el altar de oración parecen intactos. En toda la piedra, excavada de la propia montaña, hay grabados y alegorías a la diosa y sus bondades. Tien Tull es una deidad querida por muchos, símbolo del renacimiento, los ciclos de renovación y la rueda del universo. Una madre bondadosa que todos desean para progresar, cambiar y volver a nacer, no en vano las energías del universo siempre están en continuo flujo.

-          Dejad las provisiones aquí en el centro de la estancia, cerca del altar y no toquéis nada…

Rundar deja el pesado saco en el suelo a su lado y revisa más a fondo la estancia. Parece antigua, mucho. Los grabados y piedras están desgastadas, sin embargo diría que lleva mucho tiempo sin pasar nadie por ahí.

-          Joder, ¿dónde se ha metido ese mediano?

Dinadar se encoje de hombros. Apenas ha entrado en el templo no ha podido evitar revisar las columnas, las paredes. Todo el templo es precioso a su modo aunque sobrio y modesto. Pese el deterioro visible parece que haya quedado congelado en el tiempo.

Sailzan mira alrededor ante las palabras de Rundar pero no localiza tampoco a Nimrod. Tan pronto como deja unas mantas sobre las losas del suelo se percata que toda la excavación ha sido realizada en la propia montaña, incluso las columnas y el altar. La imagen de la diosa, siempre con una cara indefinida que deja ver rasgos cadavéricos, permanece con los brazos hacia delante y las palmas abiertas, o lo que queda de ellas, de manera que parece invitar a los peregrinos a acercarse, tomar su mano y rezar. Es extraño como el artista ha sabido cincelar una piedra de tanta dureza para darle un aspecto realista y vívido. Es una obra de arte como nunca antes había podido contemplar.

-          ¡Nimrod! ¿Dónde narices se ha metido ese ratón? – Rundar abre el petate y patea un odre malhumorado. Sus ojos revisan la estancia pero no logra encontrarlo. Finalmente desiste y cae de culo al suelo para empezar a comer unas raciones secas de carne.

El ruido y los continuos movimientos del resto de sus compañeros hacen que Evelyn eche de menos cada vez más la soledad de su viaje. Se aparta hasta la entrada al templo y las gotas de la tormenta arremeten contra su rostro. Parece que el camino será duro pero ¿cuándo no lo es? Grokar sigue devorando ávidamente todo lo que puede y se encarga de que el caballo descanse a su lado. La tormenta parece encontrarse en su cénit pero en unas horas deberían seguir si no quieren que el destino les atrape. Por un momento cierra los ojos y siente las energías arcanas del templo que, como todos, se ha colocado estratégicamente en un vórtice de energías. Hablar con los dioses, ¿para qué? Quizá antes interaccionaban con el mundo que habían creado pero ahora solo quedaban sus estelas, los recuerdos de sus actos y las promesas de sus enseñanzas. Los dioses no eran mas que niños malcriados que habían criado un perro con el que  jugar, desapareciendo en el momento en el que el perro había enfermado y se precipitaba al abismo de la muerte. ¿Cuántas veces lo habrían hecho ya?

-          He encontrado algo…

La voz queda de Nimrod surge de detrás del altar. El mediano asoma la cabeza un momento y mira al resto del grupo. Cuando se van acercando todos ven que tras el altar, en una parte excavada como por debajo del mismo, hay una losa que ha retirado el mediano para dejar entrever una escalera de piedra que desciende bajo el templo.

-          Podría ser interesante, ¿verdad?

Todos miran al mediano. Nimrod hace fiel honor a su raza.

-          Si vamos a bajar creo que Nimrod debería ir primero – comienza Rundar – yo le seguiré. El resto id detrás pero dejad espacio suficiente, no sabemos qué podemos encontrarnos y me temo que el espacio no es el suficiente para ir estirado.

Rundar esboza una sonrisa y coge su martillo de guerra con ambas manos. Nimrod ya se encuentra encendiendo una antorcha para abrir la marcha mientras el resto trata de organizarse para ir detrás. El Descenso es escabroso, lento y casi con total oscuridad hasta que Nimrod alcanza unos pebeteros con una sustancia aceitosa en su interior. Al prenderlos con la antorcha poco a poco la luz se extiende por la capilla secreta. Al fondo una estancia aproximadamente la mitad de grande que la principal se abre ante ellos. Efectivamente la altura del techo no es superior al metro y medio por lo que a excepción de Rundar o Nimrod todos deben encorvarse ligeramente.

-          Es una cripta – sentencia el enano.

 

-          Sin duda – la voz de Sailzan llega desde el fondo, junto a la escalera – aquí debieron de enterrar varios fieles o seguidores de Tien Tull a juzgar por los nichos de los laterales.

 

Ciertamente se distinguen cuatro nichos abiertos en la pared de la roca donde parecen reposar restos de huesos. El tiempo ha hecho mella en ellos y parecen llevar en este descanso durante siglos, quizá más. Todos también se percatan de un sarcófago de piedra que yace al fondo de la sala, con una gran losa de piedra escrita cerrándolo.

Dinadar revisa los nichos laterales con una de sus dagas para evitar impregnarse de telarañas, polvo y restos de difuntos, tapándose la cara con una máscara de tela oscura. Al otro lado Sailzan revisa los restos de pinturas en el techo y paredes. Son motivos ceremoniales que se han conservado a duras penas aunque pueden distinguirse sus colores originales. En el otro lado Nimrod se escabulle revisándolo todo, como si de un niño en una tienda de golosinas se tratase, por el contrario Rundar y Evelyn se centran en el féretro.

-          ¿Sabes leer lo que pone en la lápida?

 

Evelyn mira al enano y tuerce el morro.

-          Claro que sí, que sea humana no quiere decir que sea una estúpida – las manos de la joven acarician los grabados de la losa, apartando las telarañas y el polvo que se ha acumulado durante años sobre ella – parece que en el interior yace un caballero, un paladín de la diosa, que otorgó su vida y su muerte a cumplir devotamente sus ordenanzas… quizá nos encontremos con una tumba de la Tercera Era… mi madre me contaba historias sobre el nacimiento de los Falsos Paladines, tras el nacimiento del Sacrosanto, y las batallas que entonces se libraron…

 

-           Nunca creí por tu aspecto que pudieses ser tan letrada, niña – Rundar mira a la humana genuinamente impresionado. Pese a no haber podido interpretar las escrituras de la tumba el enano conoce bastante bien la historia pasada, los relatos y cantares que hablan de la envidia de los dioses por la bendición de Úsula al ser humano y como los restantes dioses, guiados por ese sentimiento de oscuridad, crearon paladines corruptos que mancillaron Zeoloth con sus actos, llevando el mundo nuevamente al caos y la muerte hasta que el llamado Sacrosanto se sacrificó para erradicarlos.

 

-          La historia puede ser una forma de evasión de la realidad – continua Evelyn – pera esta losa debe pesar una tonelada. Ni todos juntos podríamos moverla… y Grokar no cabe por esa diminuta escalera .

 

Rundar se aparta, guarda su martillo de guerra y hace un gesto para que Evelyn se aparte lo suficiente. Ya todos han revisado la sala sin mucho éxito por lo que se acercan a ver qué ocurre con la tumba del paladín de Tien Tull. Rundar escupe sobre sus manos y las frota antes de agarrar un lado de la piedra y empujarla con todas sus fuerzas. La enorme tapa de roca cae con un sonoro crujido contra el suelo, dejando la tumba abierta.

-          ¿Decías, niña?

Todos han quedado enmudecidos ante lo que parecía una tarea imposible. En cuanto se disipa el polvo levantado por la acción del enano todos se acercan a mirar el interior del sarcófago. Un esqueleto humano, ataviado con los restos de una armadura completa de hace siglos, sujeta una espada bastarda con ambas manos en pose ceremonial. Gran cantidad de restos y polvo se amontonan en el interior junto a él indicando que han pasado muchos años desde que fuese enterrado, sin embargo, la espada que mantiene entre sus manos no parece mellada, oxidada o desgastada en ninguna medida contrastando con el resto de la escena como si de un arma recién salida de la herrería se tratase.

-          Eso no es normal – Rundar solo hace patente lo que todos piensan.

 

-          No deberíamos… - las palabras de Sailzan no llegan a terminar de pronunciarse. Dinadar rebusca bruscamente en el sarcófago, alzando gran cantidad de polvo y deshaciendo el cuerpo marchito del paladín justo en el momento en que Rundar arrebata la espada del cadáver. Evelyn pone los ojos en blanco y se retira un poco por lo que pueda pasar pero ve que el ansia del resto de sus compañeros es más que evidente e incluso Nimrod ya “bucea” en el interior de la tumba.

 

-          Parece normal – el enano zarandea la espada bastarda con cuidado, midiendo su peso y equilibrio – más allá de que ha sido forjada por un maestro herrero que ha cuidado el mínimo detalle y ha grabado una preciosa inscripción en su filo que reza en enano: “Mi Fe es mi arma, tu Voluntad mi guía”.

 

Evelyn respira aliviada. Esperaba un temblor, un ataque, una maldición de la diosa por profanar la tumba de su paladín pero parece que la desaparición de Tien Tull puede haberlos beneficiado esta vez. Tras un rato comprobando el arma tanto ella misma como sus compañeros todos parecen no ser capaces de determinar por qué el arma sigo afilada y como nueva. Quizá el herrero enano realizase algún forjado especial que implicase energías arcanas, sin embargo, ni Sailzan ni ella son capaces de detectar resto alguno de poder.

Todos vuelven al piso superior con una sensación agridulce. Nimrod parece el más decepcionado. Nada sin embargo que no pueda solucionarse con algo de comida y sobre todo bebida para reponer fuerzas. Todo el grupo aprovecha para descansar y saciarse. Rundar, tras llenar su odre de vino, decide que ya es hora de relevar a Grokar y sale al exterior. La tormenta no ha cedido ni un poco pero el orco reposa tranquilamente bajo la lona, junto al carro.

-          Grokar – comienza el enano al llegar – ve a cubierto si quieres, yo me quedaré vigilando este montón de leña.

El gran orco de piel verde oscura alza la mirada y le observa para finalmente ladear la cabeza como si no entendiese algo.

-          ¿Esa espada es nueva?

 

-          Ah, sí, la encontramos en una tumba en el interior del templo. No es más que una bonita espada de un antiguo paladín de Tien Tull.

 

El orco se alza, estirando los músculos y haciendo crujir los huesos antes de fijarse en el arma que le tiende el enano con ambas manos.

-          Si quieres puedes quedártela, antes tu rezabas a Tien Tull, ¿no?, tenía entendido que los orcos esclavos, los Ruines, rezan a la diosa de la Muerte para que cuide su regreso a Zealoth, ¿no es así?

 

Grokar mira la espada y luego al enano.

-          Rezaba, antes – el gesto de Grokar parece quedar cubierto por un velo del pasado – ahora sigo las enseñanzas del Sacrosanto. Quiero ser mejor.

 

Rundar se estremece. No puede evitar pensar en lo que puede haber provocado el cambio de un despiadado luchador de la arena élfica. Los Ruines luchan sin piedad, abanderados por las Casas élficas, como si de un deporte se tratase. El divertimento y crueldad de esos “juegos” es legendario y los nobles elfos se jactan de la fiereza de sus campeones como muestra de su poder y posición social. Por lo Rundar sabe y las cicatrices de Grokar atestiguan parece que el orco era uno de los mejores Ruines de la casa que le mantenía, ¿por qué ese cambio tan radical? ¿Y a un dios humano? Bueno, no era asunto suyo.

El orco finalmente coge la espada bastarda y la mueve como si de una espada corta se tratase, aunque cualquiera necesitaría de ambas manos a él le basta con una para hacerla bailar con maestría. Cuando el fulgor amarillento se extiende desde la empuñadura hasta la punta del arma el enano no puede dar crédito a lo que sucede. La energía arcana contenida en el arma se libera, reconociendo a un antiguo valedor de su diosa, haciendo que el arma parezca vibrar y destellar con intensidad.

-          Es bonita – concede Grokar – gracias.

Rundar aún permanece con la boca abierta cuando el orco guarda la espada entre sus cosas y se marcha hacia el interior del templo. Le sigue con la mirada sin poder articular palabra. Cuando por fin desaparece en el interior del templo el enano se gira, incrédulo, y se encuentra los ojos del caballo mirándole fijamente.

-          Sí, amigo, yo también me he quedado de piedra.

 

La tormenta arrecia y las nubes no dan tregua, ocultando los soles gemelos tras un grueso manto de oscuridad que arropa el valle Dientes de Sangre. En breve tendrán que partir pero por el momento se han ganado un buen descanso…

 

 

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