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Hermanos de Sangre Capítulo V (cont)


Muy buenas ya estamos aquí denuevo dando el coñazo... bueno, es una forma de hablar no? XD

El tema es que sigo metido en la ardua tarea de revisar los capítulos, corregir, escribir y aunque ultimamente no estoy demasiado inspirado en el tema de "Hermanos de Sangre" por motivos personales (y porque me han propuesto la creación de otro relato mas "realista" que me parece harto interesante, aunque no creo que pueda iniciarlo coetaneamente con este) aquí vuelvo a adjuntar la continuación del capítulo V en el que se va a desarrollar la "unión de sangre" entre ambas Casas. Aún quedan un par de partes mas antes de finalizar el capítulo pero espero que igualmente os guste y que sigáis enviándome opiniones y sugerencias.

Bueno, no me enrrollo mas... 

Un saludo y buena semana!!





Hermanos de Sangre
Capítulo V: Unión de Sangre (II)



El radiante sol ya se alzaba presto en el cielo, incitando a todos los congregados en la Llanura del Ocaso a aprovechar las festividades al máximo: pasacalles, cuenta cuentos, músicos y bardos, tenderetes y vendedores, improvisadas tascas y comederos donde saciar los buches y aplacar el calor acuciante; todo alrededor de los campamentos de las familias reales era una algarabía constante en la que centenares de ciudadanos, venidos de los rincones mas recónditos de Yakán, deseaban rendir homenaje a la unión de las dos familias mas poderosas.

La enorme población podía divisarse como una amalgama de colores, mezcla de sabores, músicas y sentidos, cuyo centro eran las piedras del Hacedor y alrededor suya, cual círculo mágico, se disponían decenas de tiendas de grandes proporciones, tiñendo de colores rojos y plateados el lugar.

La intensidad en que todas aquellas celebraciones habían comenzado distaba ya mucho de la que se respiraba en las recientes calles e improvisados hogares e igualmente los esfuerzos de los guardias de ambas Casas se habían redoblado para evitar que un acto de tanta solemnidad se viese enturbiado por el alboroto o la embriaguez de algunos de los allí reunidos. Estaba terminantemente prohibido que los prometidos abandonasen la seguridad de sus campamentos ni que cualquier miembro de las familias paseasen entre la población sin la escolta personal. Siendo así ambas casas habían decidido posponer la gala de presentación de la ceremonia hasta que quedaron tan solo tres días para el enlace.

La Gala representaba un acto solemne, un banquete al que asistirían las mas grandes personalidades de todo Yakán y donde las casas Desferro e Izauba rendirían los votos de unión y hermandad. Las "Hijas de la Luna" eran muy férreas en lo que a las tradiciones se refería y por tanto todo exigía de la mayor rectitud y compostura; ya fuese en Izauba como en todo Yakán la orden de las "Hijas" era una congregación sumamente respetada y sus sacerdotisas mujeres cuyas ceremonias enaltecían los valores supremos, al Hacedor como "padre eterno" y a sus dos hijas, Penélope y Dante, como luces de guía del ser humano hacia Arcadia. Nadie podía negarles ese poder, ese don, esa autoridad.


Finalmente la noche de Deisán se habían montado las grandes tiendas de homenaje, todo estaba ya dispuesto para dar cabida al mas de medio centenar de invitados y las lunas gemelas empezaban a asomarse tímidamente entre el manto de nubes que encapotaba el cielo. Las antorchas y hogueras de toda la Llanura extendían sus columnas de humo hacia el infinito. La música y los festejos parecieron callar, expectantes, anhelantes, temerosos. Era el principio real de una unión de sangre que repercutiría en todo Yakán, para siempre...




Pese a lo reducido del tamaño de la tienda de honor, no mas de cien metros cuadrados, todo parecía encontrar su sitio debidamente. Los comensales se habían dispuesto en el centro de la improvisada sala mientras que, a su alrededor, mesas y sirvientes con comida y bebida se disponían a saciar cualquier necesidad que pudiesen tener.
La música de laúdes y arpas se entremezclaban con armonía, suavemente, como si de un baile nupcial se tratase, mientras que los pequeños pebeteros y antorchas, situados con el mayor de los cuidados para evitar accidentes, otorgaban una iluminación placentera e íntima a la gala.

Todos los allí presentes habían dispuesto sus mejores vestiduras para la ocasión y era extraño observar como dignatarios de tierras lejanas, señores y barones convivían bajo el mismo techo conversando amigablemente. Incluso la docena de guardias de honor de ambas Casas parecían brillar con luz propia, como si sus armaduras ceremoniales y picas hubiesen sido pulidas con las mismísimas "piedras de luna".




Francisco Montero, Rey de Desferro, se encontraba ya en pie, delante de los grandes tronos que se habían dispuesto presidiendo la sala para las Casas y sus dignatarios mas importantes; su aspecto era impresionante pese a su rostro envejecido y cansado: su armadura de placas era de un rojo intenso, con preciosos grabados y heráldicas que recordaban antiguas victorias, ribetes dorados y una capa que nacía en sus hombros y le abrazaba en su espalda. La armadura era antigua, mas incluso que Francisco o su padre, Ángel Montero, y su manufactura distaba mucho de poder compararse a la que poseía la guardia Desferro o sus soldados. Francisco sujetaba con su brazo derecho, apoyado en su cadera, un yelmo igualmente ostentoso coronado por el escudo Desferro y el cornafuego enroscado a él.  A su otro lado, reposando gracilmente en su funda, descansaba "Justicia del Hacedor", una espada que, según decían las leyendas de Yakán, fue entregada por el mismísimo Hacedor a los primeros Desferro en las llamas de la Montaña de Lava.

Eduardo se encontraba junto a él ataviado con sus ropajes de celebración coronados por su peto dorado y su capa rojiza que tantas batallas le habían acompañado. Para un Desferro portar su armadura de batalla era un claro signo de Honor, Coraje y Valentía y tan solo los mas importantes oficiales del ejército llegaban a portar una capa como aquella, lo que significaba no solo decenas de batallas sino un reconocimiento que muchos reyes envidiaban. El joven primogénito Desferro portaba además su espada, "Furia", en su cadera izquierda, dejando la derecha para una pequeña daga de puño que parecía haber formado parte del legado de la Casa durante generaciones.

Ambos se habían dedicado a recibir a los invitados según habían ido congregándose en la tienda de honor, saludando marcialmente a cada uno de ellos y conversando en lo que a veces eran pequeños recuerdos de contiendas pasadas o en verdaderas muestras de amistad y cariño nacidas de la pasada Guerra del Alba. Para cuando se anunció la llegada de "Las Hijas de la Luna" ya la mayoría de invitados esperaban ansiosos su llegada.


Tusana hacía honor a su reputación. Una belleza sobria y sublime, unos ojos profundos e insondables y una melena interminable capaz de rendir reinos enteros. Vestía con las ropas ceremoniales de Izauba, de trasparentes tejidos blancos rematados con plata estelar, que se ceñían a sus perfectas curvas de mujer mientras andaba y que, casi por arte de hechicería, se disponían con maldad sobre los puntos mas sugerentes de esta.


Las malas lenguas siempre habían mantenido que Tusana, por medio de las "Hijas", había hecho un pacto con el mismísimo Guideón para mantenerse por siempre bella; la verdad era que no existía en todo Yakán mujer que a su edad se pudiese compararse con ella e incluso las muchachas mucho mas jóvenes distaban mucho de su imponente belleza.

Mientras la Reina de Izauba avanzaba con paso firme hacia el monarca Desferro a su diestra se mantenía Alanda, hija y sucesora de trono y belleza por igual. La joven vestía igualmente como su madre y mantenía su mismo porte como si fuese una copia de menor edad que esta. Su cuerpo era mucho mas joven pero igualmente esculpido con curvas perfectas y sensuales recovecos que hacían enloquecer a los hombres mas rectos. La única diferencia entre ambas se encontraba en su rostro pues Alanda tenía unos ojos de un marrón espeso, agrietado por vetas mas claras, mientras que su madre poseía unos de un verde intenso y cautivador.




Tras de Alanda se encontraba su fiel sirvienta y amiga, Jimena. La muchacha vestía de manera sencilla con una túnica blanca abierta con cuello de barco y sin mangas que dejaban entrever un cuerpo delicado pero hermoso. Finalmente, al otro lado, tras la Reina, la Consejera Mayor de las "Hijas de la Luna", Valeria, portaba una fina tela plateada sobre su cabeza la cual descendía con delicadeza por todo su cuerpo y, bajo ella, un vestido ceremonial de simbología lunar que ocultaba brazos y piernas y dejaba solo a la vista sus manos.

Con todo este cortejo tras Tusana y los guardias cerrando la entrada los invitados comenzaron a hacer sentidas reverencias a su paso hasta que la Reina y su primogénita llegaron cara a cara frente a Francisco y Eduardo, quedando los reyes uno enfrente del otro y de igual manera sus dos descendientes. Las miradas quedaron fijas un momento, clavadas unas en otras, hasta que Francisco y Eduardo apoyaron sus manos en su pecho a la altura de su corazón y ambas damas cruzaron sus brazos sobre su pecho y se reclinaron levemente a modo de cortes respuesta.

- Bienvenidas seáis hermosas reinas de Izauba, nuestros corazones rebosan alegría de veros finalmente - Francisco se apartó levemente dejando al descubierto tras de sí los tronos que se habían dispuesto para ellas de tal forma que Francisco quedaba junto a Tusana y al lado de cada uno de ellos sus hijos y el resto de su corte - por favor, sentaos y permitidnos que iniciemos la Gala.

Tusana tan solo inclinó la cabeza como signo de asentimiento y después ella y su gente tomó asiento mientras el resto de los invitados se reunían en frente de los grandes tronos, dispuestos a rendir sus favores a la Casa Izauba.

Eduardo apretó su puño herido y sintió como el dolor le reconfortaba. No hizo gesto alguno de disgusto o menosprecio ante la niña que le sostenía la mirada de manera burlona pero en su interior le hervía la sangre. Una vez sentados todos ellos y lejos de la mirada de Alanda o su séquito, Eduardo pudo al fin relajarse momentaneamente.



 - ¡El Duque Mirandor de las tierras del Balsarte! - uno de los hombres que se habían mantenido en la distancia se acercó hacia los tronos e hincó la rodilla en el suelo, alzándose luego para mirar a las dos Casas allí reunidas - Es profundo nuestro regocijo e inconmensurable el honor de prestar juramento y testimonio de este enlace. Que el Hacedor bendiga esta ceremonia y todos seamos testigos de la paz.


El hombre volvió a agacharse con una reverencia y retrocedió. Uno a uno fueron presentándose todos los invitados, rindiendo sus mejores favores y deseos para el enlace como mandaba la tradición y realizando la toma del cáliz de agua de las Lunas Gemelas tras sus votos de la mano de Valeria. Era un acto de fe, honor y hermandad destinado a unificar a los pueblos y sus gentes, haciéndolos partícipes de algo mucho mayor, la paz.

Una vez hubieron terminado los invitados fue el turno de Francisco quien se alzó de su trono y fue el encargado de representar en sus palabras a toda la Casa Desferro.

- Esta noche las Lunas Gemelas bendigan esta unión y que el Hacedor nos otorgue, una vez mas, el regalo de una hermandad que nunca debió perderse. Que este sea el final de la "Edad de la Sangre" y el comienzo de la "Edad Blanca" donde todos podamos convivir en paz para que nuestros pueblos sean uno solo - Francisco se acercó hacia el trono de Tusana y se arrodilló en frente de ella - como muestra de nuestro compromiso entregamos nuestro alma, nuestro corazón y nuestros aceros para que juntos forjen una nueva alianza de sangre y honor.

Francisco entonces descolgó la funda de "Justicia del Hacedor" y la cogió con ambas manos para ofrecerla a los pies de Tusana. Aquello no solo era una espada, era el mayor símbolo Desferro con vida en todo Yakán. Los presentes no pudieron contener su sorpresa y Eduardo miró atónito como el legado de su familia se entregaba a aquellos que habían mancillado su nombre en pos de finalizar una contienda que Desferro iba a ganar. Guardó silencio, todos lo hicieron, pero en su interior apenas pudo contener el odio y la rabia a todo aquello que su padre estaba sacrificando por una palabra que apenas conocía, paz.




Tusana miro conmovida el sacrificio. Sabía que Francisco no era un estúpido que escupía sobre el pasado; no era nada fácil para él realizar aquello, poner fuera de su alcance y de su familia todo lo que representaba esa espada, por eso el acto tuvo un valor inmenso. Aquel había sido su amigo, su contendiente y, ahora, su familia.
Se levantó del trono y alzó a Francisco con un suave gesto hasta que este quedó a su altura para, finalmente, coger con delicadeza la espada e inclinarse, aceptando el regalo. La espada representaba no solo la fuerza, el honor y la vida de cada uno de los Desferro, sino también el compromiso que estos adquirían con la unión de sangre.

Francisco giró sobre sus talones y se dirigió entonces a Valeria, esta ya sostenía la copa de plata para finalizar el ritual. Francisco bebió mientras recitaba los rezos al Hacedor y recordaba en silencio a su mujer, María. Estaba seguro que ella hubiese apoyado lo que había hecho pero tenía por bien seguro que Eduardo no estaría de acuerdo con ello.
Resignado y convencido de sus actos volvió a sentarse en el trono, junto a Tusana.


Fue la Reina Tusana la que ahora debía realizar los votos de Izauba y completar la ceremonia de Gala antes de la unión de sangre. Dejando "Justicia del Hacedor" en el trono se incorporó y se colocó frente a Francisco con ambas palmas de las manos sobre su pecho, agachó levemente la cabeza y luego miró directamente al Rey Desferro.

­- El Hacedor nos ha bendecido con un Destino capaz de cerrar las heridas de la guerra y la inteligencia suficiente para darnos cuenta de ello antes de que no quedase nada que salvar. Una vez fuimos hermanos, seres unidos por la fe y el amor dispuestos a recordar a nuestros padres y honrarles pero lo olvidamos. Ahora vos, Francisco, Rey de Reyes, nos habéis abierto los ojos y nos brindáis el privilegio de unir nuestras Casas para volver a la paz de los hermanos.  Izauba, "Las Hijas de la Luna" y yo misma no podemos sino agradecer vuestro sacrificio de todo corazón y, por ello, os debemos mas que nuestra propia vida.

Tusana se acercó al trono de Francisco y se arrodilló ante él, sacando de algún lugar recóndito de los pliegues de sus ropajes un pequeño objeto que relucía como la plata mas pulida.

- Este es el "Ojo de Dante". La reliquia mas preciada de nuestra familia. Guardadla junto a vos y que él proteja esta unión.


 Los invitados quedaron congraciados de contemplar algo tan inaudito como aquello; sin duda las expectativas de las dotes entre ambas familias no habían defraudado y aquel acto quedaría grabado por siempre en la historia de Yakán. Miles eran las leyendas que habían hablado desde el inicio de los tiempos de aquel extraño objeto circular pero nadie jamás lo había contemplado mas allá de los muros del Templo de Arcadia donde las "Hijas de la Luna" lo guardaban celosamente entre muchas otras reliquias del Hacedor. Se decía que era capaz de ver el futuro, de viajar en el tiempo e, incluso, de convertir a un hombre en polvo con solo tocarlo... quizá el verdadero uso de dicho objeto había quedado olvidado con el paso de los siglos...

Francisco sintió como su corazón se aceleraba al ver aquella ofrenda. Era una ofrenda por la que muchos reyes matarían o darían todas sus riquezas. Extendió la mano para recogerlo y por un momento dudó; no fue mas que un microsegundo en el que su mente contrajo su mano al recordar las leyendas sobre las artes oscuras de las "Hijas de la Luna". Tras aquella flaqueza inicial Francisco recordó a la Tusana que él conocía y que había sido amiga, contendiente y, ahora y por siempre, familia. Agarró el "Ojo de Dante" y sintió un leve cosquilleo por todo su cuerpo pero nada mas. Cuando se hubo sobrepuesto de la solemnidad de la entrega se levantó del trono, alzó a Tusana en frente suya y la abrazó.

Los allí reunidos quedaron petrificados. Ninguno de ellos habría osado jamás tocar a Tusana o a cualquier "Hija" sin su expreso consentimiento pues la muerte podría ser el menor de los castigos ante aquello, sin embargo, Francisco Montero Barcaztegui así lo había hecho y, aunque todos esperaban una reacción explosiva por parte de Tusana, esta tan solo le devolvió el abrazo, un abrazo cálido y emotivo como el que solo pueden darse dos amigos después de años de haberse perdido en las disputas y la guerra.


Valeria fue la que decidió poner fin a aquello. Con el suave tintineo de la copa de plata en sus manos fue suficiente para que Tusana y Francisco recobrasen la compostura y lograran ocultar al resto del mundo las incipientes lágrimas que afloraban en sus cansados ojos. La Reina completó la ceremonia bebiendo el agua de las Lunas Gemelas y volviendo una vez mas a su trono.





- Que esta ceremonia sea testigo de los votos de unión de las Casas Desferro e Izauba y que el Hacedor y las Lunas Gemelas bendigan la unión de sangre. ¡Disfrutemos todos de tan feliz acontecimiento con los manjares que el Hacedor ha dispuesto para nosotros! - Valeria entonó las últimas palabras de la ceremonia con serenidad, invitando a que la música sonase y terminasen aquellas composturas tan estrictas para dar comienzo a una festividad mas efusiva y sin tapujos entre los presentes. Era el momento del festejo, de cantar y disfrutar de un acontecimiento que perduraría mas que el propio tiempo.

La Consejera Mayor de la "Hijas" retrocedió para dejar paso a los invitados y que pudiesen acercarse a Francisco, Tusana y los suyos. Limpió con cuidado el cáliz y lo guardó en la caja de plata del que tan solo momentos antes lo había sacado. Dispuso con cuidado el odre de "agua de las Lunas Gemelas" a su lado y luego sostuvo en su mano otro pequeño vial de un color amarillento. Una de las "Hijas de la Luna" que esperaba para devolver aquella reliquia a su lugar sagrado la miró con recelo al ver que el vial aún estaba fuera de la caja.

- Hermana Valeria, ¿habéis cumplido la voluntad de nuestra Ama?.

Valeria miró enfurecida a la "Hija". ¿Cómo se atrevía aquella meretriz a cuestionar su fe o su obediencia?.

- Marchaos ya y poned todo a buen recaudo, decid a la Ama que todo se ha realizado como ella ordenó. Ahora dejadme.

La "Hija de la Luna" recogió el vial y lo colocó también en la caja de plata antes de marcharse con la cabeza baja para no ofender mas a la Consejera Mayor. Valeria se giró entonces para ver como los festejos habían cobrado intensidad y no pudo evitar pensar en como el hombre podía no ser mas que una hoja a merced de las decisiones del Hacedor. Como ella solía decir: "Yakán hace madurar a las personas... o mueren...".
 
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