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Inicio de "Caminos de Venganza". Capítulo VIII

 
 
Seguimos con la regularidad... que no se diga! XD

Hoy os presento el inicio del capítulo VIII de "Hermanos de Sangre" llamado "Caminos de Venganza" (por razones obvias ;) ).

Como siempre os ruego recordéis que me hayo sumido en la revisión de capítulos anteriores y este es el boceto que nace de mis dedos y cae directamente ante vuestros ojos... no seáis muy duros que aún queda un duro proceso de rectificación, corrección y "cuadre de la historia". Espero que dentro de poco podamos ir viendo el final y pueda disponerme a cerrar la historia con todos los retoques para que podáis disfrutarla como Dios manda jejeje

Mientras tanto solo puedo seguir pidiendo vuestra ayuda y desearos que disfrutéis de estas letras.

Un saludo y gracias!




CAPÍTULO VIII: CAMINOS DE VENGANZA



 
Alanda despertó. Sus ojos aún estaban cansados y les costaba enfocar su alrededor amén de que la penumbra que la envolvía no ayudaba en nada a la desorientación que la embargaba. ¿Dónde estaba?, ¿cómo había llegado hasta allí?. Con esfuerzo recordó como había sido apresada por aquel desconocido jinete entre las garras de su monstruosa montura y volvió a estremecerse.

- No temáis nada de mi.

La rota voz surgía de entre las sombras a su alrededor; ahora podía distinguir paredes de piedra, quizá una estancia pequeña o una celda. No, allí había algo colgando de las paredes... ¿tapices tal vez?, estaban ajados y carcomidos por el paso del tiempo pero a Alanda le bastó esa pista para determinar que era una antesala de un antiguo castillo señorial.

- Salid de las sombras y mostraos al menos. ¡No tenéis derecho alguno de retenerme aquí!.

Una risa estremecedora recorrió la estancia hasta que unos pasos la acallaron y apareció la figura de Baltazar para tender la mano a la arrodillada princesa.

­- No tenéis la menor idea del derecho que poseo sobre vos y sobre todo lo que os pertenece chiquilla.

La figura era aterradora. Aquel era un "hombre" (o lo que quedaba de el) grande, de al menos metro ochenta, que aún portaba los restos de lo que en su día fuese una armadura completa de placas y que, ahora, parecía mas los restos de un guerrero caído hace décadas. Aunque las piernas estaban totalmente cubiertas por los fragmentos de armadura y ropa raída no era el caso de los brazos donde se distinguía con total nitidez los huesos amarillentos y restos de carne putrefacta.
El rostro de Baltazar también se encontraba, gracias al Hacedor, cubierto por un yelmo sin visera, dejando ver tan solo los escasos y muertos mechones de pelo y unos ojos resplandecientes entre las sombras mas profundas de un rojo mortecino.
No era una visión nada agradable y el olor que desprendía no era mucho mejor.




Alanda hizo verdaderos esfuerzos por no vomitar, cubriéndose la boca con las manos, ignorando el guantelete oxidado tendido hacia ella. Tras un momento logrando contener su estómago, la joven princesa alzó nuevamente la mirada y trató de escudriñar mas profundamente a su captor. Entonces lo vio.
Allí estaba, desafiante entre las hechuras del ser no-muerto, un simple símbolo, una heráldica, un escudo, suficiente para que Alanda reconociese donde se encontraba: la figura desgastada de una serpiente voladora enroscada alrededor de una puerta de doble hoja. Aún se podían entrever como surgían los rayos de aquella puerta, símbolo de las que encerraban a los demonios en el Ágate.

- Sanaustra... - susurró la princesa, apenas un suspiro de resignación en busca de la respuesta a tantas y tantas preguntas que se agolpaban en su cabeza.

- Si, chiquilla, os encontráis en el castillo de Loredén, en los desiertos de Sanaustra mas profundos, aquellos que vieron nacer y morir a Guideón y encerraron sus huestes bajo las puertas de la Cicatriz. Alzaos, no voy a haceros daño.

Alanda finalmente aceptó la mano tendida de su captor y se incorporó; estaba cansada pero su cuerpo no tenía herida alguna y tenía la extraña seguridad de que aquel ser no pretendía dañarla en absoluto.

- Pero... ¿quién sois vos?, ¿por qué habéis atacado a mi gente y me habéis raptado de esta forma?, pensé que...

- Mi nombre es Baltazar Alexander, Señor de Sanaustra - Baltazar había interrumpido las preguntas de Alanda, tomando su mano y comenzando a andar por la estancia hacia otra contigua abriendo paso a pequeños rayos de luz que se filtraban entre los muros de la fortaleza - no, chiquilla, no todos los fieles de nuestra Casa han perecido pese a los intentos de vuestra familia porque así sea. Los años han consumido nuestras tierras, nuestras ciudades y palacios, dejando que la arena nos envuelva y nos preserve a la espera de nuestro momento para la venganza.

- ¿De qué venganza habláis?, vuestra Casa es la guardiana de la Cicatriz pero nadie os ha causado mal alguno. - Alanda sintió como la mano de Baltazar apretaba la suya, conteniendo la rabia que surgía de su interior para no herir a la joven. Ambos llegaron hasta la sala del trono del castillo de Loredén donde hacía años que nadie reposaba. Toda la estancia, antaño gallarda de homenajes y luz, ahora se encontraba marchita, oscura, con los restos de toda su opulencia esparcidos por el suelo.

­- Os equivocáis denuevo chiquilla. Vuestra Casa nos relegó a este confinamiento y se aseguró que nunca saliésemos de él para ocultar el secreto de vuestra corrupción pero ahora, gracias al Hacedor, podremos alzar nuestras voces a Arcadia y recuperar lo que es nuestro por derecho. Cuando el "pacto" sea sellado nada podrá impedirlo.

Baltazar acompañó a Alanda hasta el trono y la ofreció sentarse antes de que su mano, libre de la muchacha, se alzase al cielo para que todo Loredén se estremeciese. Al momento la arena penetró en la estancia y la barrió por completo moviéndose como si de una sierpe se tratase hasta la princesa de Izauba donde la arena pareció tomar vida y se enroscó alrededor del trono girando mas y mas rápido bajo la atenta mirada de terror de la joven hasta que se creo una pared de un cristal tan grueso como los muros del castillo donde se encontraban.

Alanda se levantó del trono de inmediato, golpeando con ambas manos su prisión sin que esta se inmutase lo mas mínimo.

- ¡Liberadme!, desconozco aquello de lo que habláis pero ni mi familia ni la Casa Desferro permitirán que me retengáis aquí. ¡Aún estáis a tiempo de enmendar vuestra falta!.




Baltazar se acercó al cristal hasta que su rostro estuvo a punto de tocarlo.

- Ellos vendrán pero será la arena la que les reciba y cuando logren traspasar los muros de este castillo comprenderán que la traición que perpetraron contra los defensores de Yakán solo ha pospuesto el destino que Sanaustra se merece.

El Señor de los desiertos, defensor de las Puertas del Ágate, se giró para salir de la estancia, dejando a la joven princesa en su confinamiento de cristal sin mas compañía que la arena de la incertidumbre.

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Tusana penetró en la tienda y caminó, abriéndose paso entre las sacerdotisas de las Hijas hasta llegar ante Valeria. La Consejera Mayor dejó a un lado los pergaminos que tenía entre las manos para recibirla, realizando una sentida reverencia antes de alzarse nuevamente.

- ¿En que puedo serviros mi Reina?.

El rostro de Tusana se encontraba tenso. La noche había sido muy larga y las decisiones de la guerra no era algo que aquella mujer desease tratar en las fechas en las que, se suponía, su hija y heredera tomaría matrimonio.

- Que vuestras hermanas nos dejen a solas, tengo temas que tratar personalmente con vos.

Valeria tan solo hizo un leve gesto con su rostro, lo suficiente para que la congregación de Hijas abandonase la tienda en cuestión de segundos.

- Valeria, habéis sido mi Consejera durante años y una valedora ferviente de las Hijas de la Luna que ha inculcado en mi hija su sabiduría. Es importante para mí que ahora compartáis esa sabiduría conmigo pues en estos momentos de caos necesito de vuestro consejo y ayuda.

- A vuestro servicio siempre mi Reina.

Tusana miraba fijamente los ojos de aquella mujer, destinada desde la congregación de la Hijas de la Luna con el único propósito de servir a la Casa e inculcar los valores y la fe en la corona. Así había sido siempre: una reina, una consejera, una descendiente. Incluso cuando la "Muerte Roja" no existía y en Yakán las familias lograban tener numerosos vástagos eran las Hijas y la Casa de Izauba quienes mantenían esa premisa perpetuando el matriarcado y siendo Izauba la unica familia enraizada con la "vieja fe".

- Es sobre unas palabras que Baltazar tuvo conmigo antes de huir... se han aferrado a mi cabeza y no logro descifrar su significado.

- Tened en cuenta mi Reina que estamos hablando de un ser no-muerto que sin duda ha pactado con los demonios para perpetrar su existencia y cuyo interior es oscuro. Sus palabras estarán igualmente cargadas de maldad e intentará nublar vuestro juicio.

- Tenéis razón Valeria, sin embargo, pude leer algo de verdad en ellas... habló de un derecho y un legado, así como de una afrenta contra su Casa por parte del resto. Sacadame de mi error si es así Valeria pero creo recordar que fue la Casa de Sanaustra la que el Concilio decidió unir a la nuestra antaño, cuando madre vivía, pero nunca llegó a realizarse debido al rechazo de esta a Baltazar. ¿Puede ser que el Señor de Sanaustra se refiera a esa afrenta?. Nunca entendí como madre pudo enfrentarse así a la decisión del Concilio... es mas, ¿por qué Baltazar y su pueblo desaparecieron y se mantuvieron en los desiertos sin dar mas señales de su existencia hasta hoy?.

Valeria se acercó hasta la Reina y tomó su mano con delicadeza antes de dirigirse nuevamente a ella.

- Mi Reina, efectivamente el rechazo de la reina Amanda a la Unión de Sangre con la Casa Sanaustra como fue concertada por el Concilio causó grandes males en Baltazar y su familia. Grandes fueron sus protestas pero el Señor de los desiertos decidió entonces mantener a los suyos centrados en su cometido, aislados del resto de Yakán. Suya era la tarea de defender la Cicatriz y mantener las puertas de Ágate cerradas... nada necesitaban del resto de Casas ni del mundo por lo que puede que su odio radique en ello.
Se dice que Guideón, antes de su caída, maldijo a la Casa de Sanaustra, pues ellos habían sido los causantes mas fieros de su destrucción, y el desierto y ese poder impío hizo que poco a poco Loredén y todo Sanaustra fuese muriendo, sepultado bajo las arenas, hasta quedar relegado a la nada.


 
Quizá, perdonad que me aventure a ello mi Reina, Baltazar, viendo el fin de su reino, decidió finalmente obtener una salida a la maldición, acudiendo a esos mismos poderes impíos para preservar su vida y la de los suyos, durmiendo en un letargo que ha durado años y que se ha visto roto cuando se iba a consumar otra Unión de Sangre como las de antaño.

Desconocemos los motivos o el por qué, mi Reina, pero es la única explicación lógica que podría daros...

Tusana retiró su mano de la de Valeria y retrocedió unos pasos, andando en círculos por la gran tienda de campaña antes de volver a mirar a la sacerdotisa a los ojos.

- Valeria, vos conocéis bien la historia y el legado que las Hijas os han trasmitido durante años. Siempre una Consejera se ha mantenido al lado de cada una de las reinas de Izauba por lo que conoceréis las razones por las que mi madre, Amanda, ofendió tan flagrantemente el honor de Baltazar al rechazarle.

Aquello no era una súplica sino una demanda. Palabras que requerían una respuesta sin dilación pues Tusana conocía de sobra que Valeria podía acceder a toda la historia que las Hijas de la Luna mantenían desde tiempos inmemoriables y que celosamente custodiaban en sus templos. Valeria tardó un momento en responder, buscando en su cabeza y ordenando lo que sabía de aquellas épocas cuando ella aún no se encontraba sirviendo a la Casa de Izauba.

- Según tengo entendido la Reina Amanda había decidido casarse con el Rey Défenor de las Islas Negras. Desconozco si aquella fue la razón para dicha falta aunque la verdad es que ambos contrajeron matrimonio escaso tiempo después de la decisión del Concilio. Baltazar ya se encontraba en Loredén y nada se supo de su reacción ante ello.

Tusana aceptó las palabras de su Consejera y se volvió hacia la entrada de la tienda. Conocía perfectamente la historia de su Casa y como su madre había contraído matrimonio con el Rey Défenor, ampliando Izauba mas allá del "Mar de los Castigos". Conocía con todo lujo de detalles como los libros narraban su propio nacimiento y, finalmente, el inicio de la guerra marcado por la muerte de sus padres en la gran batalla naval de las Islas Negras. El ataque Desferro había precipitado su coronación y roto las amistosas relaciones que desde hacía años las dos Casas mantenían... esa había sido la traición de Francisco Montero Barcaztegui, movido por el dolor y el odio de la pérdida de sus padres.



Desde entonces ni Francisco ni ella habían vuelto a ser los mismos...


...Había algo mas. Algo que las palabras de Valeria ocultaban a la vista. ¿Qué era lo que la Consejera Mayor estaba eludiendo?. Baltazar tenía motivos suficientes para guardar rencor sobre Izauba durante generaciones y ahora reclamaba a Alanda por la promesa de la Unión de Sangre con Amanda pero, entonces, ¿qué mas faltaba en el rompecabezas?, ¿por qué su intuición la decía que había mucho mas bajo el ataque?.
Resignada la reina Tusana abandonó la tienda sin mediar palabra, tenía un ejército que comandar y una hija que rescatar. Las respuestas llegarían tarde o temprano...


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CONTINUARÁ...

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