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"Hermanos de Sangre: Cap. I - Esperanza"




Como lo prometido es deuda, mas abajo ya podéis leer el Capítulo I de "Hermanos de Sangre" titulado "Esperanza". Espero que lo disfrutéis y, como en el caso del prólogo, os animo a que me mandéis vuestras opiniones y críticas de todo tipo ;)

Todas las semanas iré colgando los capítulos de este cuento de fantasía para que podaís ir descubriendo este pequeño mundo en conflicto.

Muchas gracias de antemano y un fuerte abrazo!




CAPÍTULO I: Esperanza

El chasquido del látigo resonó en el aire, antes de golpear sobre la espalda ensangrentada del preso.
- Una vez mas... ¿Qué buscabas en el palacio? ¿Quién te ha pagado? – la voz del guardia golpeó los oídos del joven que permanecía encadenado a la pared, de espaldas, con  su cuerpo rasgado y su piel hecha jirones por el castigo del látigo sobre él.
Solo el silencio como respuesta nuevamente, ni quejidos, ni súplicas.
- Has osado penetrar en los jardines privados de las “Hijas de la Luna”; eso, por aquí, ya es suficiente para ahorcarte al amanecer. Si confiesas quizá la Reina sea magnánima contigo...
El látigo volvió a restallar y el golpe hizo que el maltrecho cuerpo del intruso se contrajese de dolor, haciéndole perder el conocimiento. El guardia volvió la vista mas allá de las rejas de la celda, donde el oficial de la guardia real les contemplaba, impávido, para, finalmente, sacudir la cabeza a ambos lados. No había nada que hacer, el ladrón sería ajusticiado con el alba. El guardia cejó en su castigo y enrolló nuevamente su arma de cuero, abandonando la celda y cerrando esta con llave antes de marcharse con el oficial a los niveles superiores. El silencio y la oscuridad inundaron la fría mazmorra dejando a su huésped sumido en ellas...



¿Cuántas horas habría pasado allí abajo? Estúpido, estúpido, estúpido. Gabriel se maldijo una y otra vez por haber sido apresado. Aquellos guardias incompetentes no eran rival para él, o eso había creído. Su curiosidad y osadía le habían costado la prisión; si no hubiese decidido dar un paso mas y adentrarse en el palacio los guardias ni tan siquiera se hubiesen percatado de su presencia aquella noche... o quizá, si hubiese sido mas inteligente y hubiese elegido una noche en la que las lunas gemelas no fuesen testigos de sus actos, la falta de luz podría haberle arropado con mayor facilidad, pero... ¿cómo disfrutar de las bellezas ocultas de sus jardines sin ellas?. Se decía que Birlad poseía secretos insondables y objetos de belleza y valor incalculable tras sus muros. Gabriel no solo no podía resistirse a ellos, sino que estaba obligado a verificar dichas leyendas. Así pues, tras varios intentos frustrados, había visto en las lunas gemelas de Yakán, un augurio de su éxito... o quizá no...
Se movió con dificultad, retorciendo los grilletes que aprisionaban sus muñecas, y quedó finalmente tumbado de espaldas a la pared. El dolor lacerante de sus heridas le mantenía despierto y la sangre caliente, manando de ellas y recorriendo su espalda, le recordaban cuán equivocado había estado. Si solo su padre pudiese verle ahora. Gabriel entornó los ojos y suspiró. Era un joven de no mas de metro setenta, atlético; piernas fuertes y brazos fibrosos. Su pelo negro con incipientes canas y sus ojos verdes veteados, amén de sus labios sonrientes y las heridas de su rostro y boca, le confiaban un aspecto agraciado, irreverente y, quizá, un poco acorde con lo actos nocturnos que realizaba, como si hubiese dedicado toda su vida al hurto y las fechorías menores.
Cuando la puerta de la mazmorra se abrió y la luz se hizo en las celdas, Gabriel suspiró nuevamente. Otra ronda de preguntas estúpidas y maltrato lo esperaba, era el pago que debía realizar por haber sido tan necio y confiado. Sin embargo, en contra de sus pensamientos, no hubo voz grave o amenazas, solo silencio. El joven preso alzó la mirada y allí la vio. En las escaleras que descendían a aquel pozo de dolor se encontraba una joven, un ángel venido del cielo, cuya larga melena y suaves facciones le abrieron el corazón e infligieron mas daño que el sufrido en toda su vida.



Gabriel quedó congelado, con su boca abierta de par en par. La mujer lo miró con recelo, sin sonreír o emitir palabra alguna, terminando de encaminarse hasta su celda. Era una dama de no mas de veinte años con andares elegantes y una silueta grácil y sensual. Cuando su cuerpo estuvo mas cerca de las rejas, Gabriel vislumbró en la penumbra unos ojos marrones, preciosos, mas si cabe que el néctar de los ájubos en primavera.
- Ladrón ­– empezó a decir la mujer; su voz era dulce, delicada, suave como el susurro de un pájaro cantor o una sirena - ¿por qué habéis arriesgado vuestra vida irrumpiendo en el palacio?. Parecía no comprender un acto tan arriesgado y sus ojos denotaban una mezcla de confusión y envidia.
Gabriel no dijo palabra, no podría articularla aunque quisiese. Sus ojos se habían quedado clavados en los suyos, tan profundos, que apenas sentía fuerzas para salir de tan dulce muerte.
- Al amanecer la “Luna del Alba” decidirá vuestro destino... la muerte o, si llegaseis a tener suerte, la amputación de una de vuestras manos. ¿Valió la pena acaso intentarlo?.

Alanda miró al extraño y no vio nada en él que pudiese haberle lanzado a cometer tal acto de rebeldía contra las leyes de Birlad. Era un chico joven, no parecía mal alimentado ni ser pobre. ¿Por qué lo hacía entonces? Nadie había conseguido jamás irrumpir con éxito en el palacio o sacar provecho de sus riquezas. Sin duda habría obtenido mayor éxito en cualquier robo en el resto de la ciudad... ¿por qué arriesgarse?.
La cara de Alanda debía de ser un poema de incomprensión porque, finalmente, Gabriel salió de su perplejidad y habló. Al principio su voz casi no sonó, como si el nudo de su garganta entorpeciese el aire, luego el sonido pareció morir en sus labios, hasta que el propio Gabriel hizo acopio de fuerzas y alzó el volumen, obligándose a mostrar firmeza ante aquella bella desconocida.

- Nada me ha obligado a hacerlo, mi señora, solo mi propio orgullo y el acallar aquellas voces que hablan de riquezas inimaginables y objetos de hermosura inigualable... ahora comprendo que estaban en lo cierto, pues, sin duda, nada puede igualarse a vuestra belleza, ni hay oro o riquezas suficientes en Yakán que lograsen comprar vuestra presencia, vuestra voz, o la profundidad de vuestros ojos.
Gabriel se sorprendió a si mismo diciendo aquellas palabras y un rubor naciente creció desde su pecho hasta su rostro, obligándole a retroceder hasta las sombras de su celda para evitar que esta pudiese ser vista por la dama. Alanda también retrocedió un momento y alzó su mano para acallar las palabras del desvergonzado extraño.
- ¿Acaso no sabéis quién soy? – fue a proseguir sus palabras, intentando amenazar al ladrón. Cualquier insolencia como aquella era castigada por la guardia, si no contaba con el beneplácito de su madre, la reina. Antes de que pudiese continuar fue Gabriel quien interpuso sus palabras a las de Alanda.
- Un ángel; un ser venido de las puertas de Arcadia para adueñarse de mi corazón y mi alma...

Un ruido, en el exterior de la mazmorra, hizo que Gabriel se detuviese y que Alanda volviese con rapidez su rostro a la puerta por la que, tan solo momentos antes, había entrado. Los guardias volvían a las celdas. Con celeridad y sin mediar mas palabra, la dama corrió hacia la entrada. Gabriel se acercó a las rejas e intentó alzar sus manos para evitar que se fuese como un sueño al despertar con la luz del alba.
- ¡Decidme vuestro nombre, ángel de mi presidio! – el grito del joven hizo detenerse a Alanda justo cuando abría la puerta y se disponía a salir, pero esta solo volvió el rostro y, al momento, desapareció tras las puerta.
Con frustración y una enfervorecida sensación en su pecho, Gabriel retrocedió y suspiró. ¿Acaso había sido solo un sueño? Aquella dama, aquel ángel de pelo castaño, había sido su mayor descubrimiento, su oro, su deidad. Sólo podía pensar en hablar con ella, en ver su rostro una vez mas. Cuando la puerta de la mazmorra volvió a abrirse Gabriel se abalanzó hacia las rejas en busca de su quimera, pero solo encontró el frío y mortecino rostro del guardia que le miraba con gesto interrogativo.




- ¿Ya estas despierto? Quizá ahora quieras hablar... o prepararte para reunirte con los tuyos en las puertas de Ágate. – El guardia desenroscó el látigo que llevaba entre las manos y se acercó a las rejas, preparando las llaves de la puerta mientras la golpeaba para que Gabriel retrocediese. El joven ladrón se quedo al fondo de la celda, aún encadenado en la pared, y miró con renovadas fuerzas al guardia que se acercaba.
- Creí haber oído gritos. ¿Es que ya estas sollozando para salvar tu piel? Haces bien, quizá alguien ahí arriba se apiade de ti.
Antes de que el guardia pudiese reaccionar, Gabriel se abalanzó sobre él, giró sobre sí mismo e hizo un barrido que le derribó, utilizando sus cadenas para apresarle por el cuello, mientras este intentaba por todos los medios quitárselo de encima. Primero chocaron de espaldas contra una de las paredes de la celda, haciendo que la espalda de Gabriel le ardiese de dolor, luego, gracias a que la longitud de las cadenas impedía el movimiento, cayeron al suelo y lucharon por mantener la presa hasta que, rendido, el guardia quedó inconsciente.
Tenía que actuar con rapidez pues el otro hombre llegaría en cuestión de segundos por lo que Gabriel tenía que quitarse los grilletes y salir de allí antes de que la alarma se extendiese por todo el palacio. Tras recoger las llaves del guardia se despojó de las cadenas y echó la llave a la reja, dirigiéndose a toda prisa a la entrada, justo para cuando la puerta se abría. Hábilmente Gabriel interpuso la pierna en el camino del recién llegado, tomándolo por sorpresa, y precipitándolo por las escaleras hasta el suelo de la mazmorra en un sonoro golpe. El joven ladrón, sin un momento que perder, salió entonces de la sala y comenzó su huida, echando el cerrojo tras de sí. Al menos tendría un poco de ventaja hasta que lograsen salir de allí y dar la voz de alarma.
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Las escaleras de piedra resonaban tras los pasos de la guardia y los gritos de alarma se habían propagado ya como la pólvora entre los muros del bastión. Con celeridad los soldados habían cerrado las estancias privadas y puesto a salvo a los civiles mientras la persecución tras aquel intruso proseguía cual cacería salvaje. Era escurridizo. Sus movimientos, gráciles y veloces, se escapaban a la coordinación de la guardia; era apenas un fantasma encerrado entre aquellos muros... aunque nadie podía escapar eternamente.
Jimena mantuvo sus delicadas manos sobre la madera de la puerta. El ruido se filtraba por doquier y ella apenas podía contener sus temblores ante el miedo a un asalto. Con el rostro aún contraído se giró a la estancia y trató de mantener la calma sobre su señora, Alanda.
- No os preocupéis, Señora. Pronto la guardia encontrará al fugado y le dará escarnio. Aquí estáis a salvo de todo.



Alanda, que jugueteaba con su vestido junto al ventanal, no dijo nada. Permaneció pensativa, ausente. No podía apartar de su mente la figura de aquel fugitivo, aquel ladrón. Apenas unos momentos antes de su huida ella misma había hablado con él y había algo en ese hombre que la intranquilizaba sobremanera.
Estaba loco, no había duda. ¿Quién en su sano juicio habría irrumpido en los jardines o afrontado su castigo con tanto desprecio? No era valor, quizá temeridad, la que aflora en un hombre loco, estaba segura de ello pero, aún así, sus palabras habían hecho mella en su férreo silencio y su temeridad la habían abierto una puerta hasta ahora desconocida para ella. ¿Qué arrojaba a un hombre a arriesgar así su vida?.
Las voces contrastaban con los ruidos de palacio, el caos. Alanda no pudo evitar sonreír ante todo aquello, divertida.
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Un muro, una escalera, un patio y guardias, guardias por todas partes. Gabriel saltó nuevamente por una de los arcos de piedra del corredor y, en su fugaz caída, se aferró a un saliente con el movimiento justo para balancearse y saltar a una abertura cercana. Otro cambio de dirección. ¿Qué era aquello, un palacio o un laberinto? Con pericia volvió a esquivar a otro grupo de guardias que corrían hacia él y ascendió a una de las almenas mas altas del palacio antes de lograr salir a los muros interiores del mismo.




Apenas pudo disfrutar del aire fresco de la noche cuando una flecha apunto estuvo de atravesarle la frente, golpeando y partiéndose en la pared de su lado. Los guardias ya estaban alertados de su huida. Rápidamente volvió a la carrera tratando de esquivar las flechas y saetas de los guardias apostados, escudándose en las piedras del muro y zigzagueando. Un guardia ya estaba demasiado cerca así que saltó, se apoyó en un lateral del muro y chocó contra él, derribándole cuando iba a desenfundar su espada. Pasó a su lado justo para evitar dos nuevas flechas que le rozaron su costado y al fin llegó a su destino. Con un fuerte impulso, ignorando el dolor y cansancio acumulado en su cuerpo, saltó por encima del muro, se apoyó en las piedras que conformaban un contrapunto y descendió contra la otra pared casi seis metros, sin que ello pareciese costarle demasiado trabajo. Una vez tocó el suelo su cuerpo se contrajo, se flexionó y rodó por el césped, alzándose nuevamente para seguir corriendo con el silbido de las flechas a su espalda.

Los jardines del palacio eran tan hermosos como recordaba aunque los árboles y plantas pasaban raudas ante sus ojos y el grito de los guardias acuciaba su carrera. Pronto llegó nuevamente al muro exterior con una veintena de guardias tras de sí. Saltó, apoyó una de sus piernas sobre un árbol cercano y rebotó contra el muro para impulsarse nuevamente en él y desaparecer por encima de la gran defensa pétrea. Al otro lado Gabriel podía escuchar las maldiciones de los guardias y sus órdenes para abrir los grandes portones tras él; estaba agotado, exhausto, pero no podía detenerse... al menos no hasta llegar a su caballo y salir de Birlad.

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CONTINUARA...


1 comentarios:

El_Predicador_YO dijo...

Debido a problemas con el editor de textos del blog como veis el capitulo queda bastante pegado y farragoso... llego un rato largo intentando arreglarlo pero no hay manera asi que lo siento mucho por lo incomodo de la lectura.

Siento las molestias y en cuanto lo logre lo cambiare porque anda que no queda mal asi jejeje

Muchas gracias y un saludo!!

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