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"HERMANOS DE SANGRE: CAP. II - DIPLOMACIA" - cont.




 Bueno, prosigo con la publicación de "Hermanos de Sangre" con la continuación y final del "CAPÍTULO III: Diplomacia". 

Espero que estas líneas os gusten y sigamos manteniendo conversación sobre lo que debería o no cambiar, gustos, opiniones y todo lo demás. Muchas gracias por todo.

Un saludo!


  




 -  Ángel, padre, dadme fuerzas para continuar, fe para vislumbrar los caminos del alma y serenidad para elegir lo que conviene a nuestro pueblo.

Francisco se incorporó y besó el emblema de la familia Desferro grabado en piedra sobre el altar que presidía la pequeña estancia de oración. Varios bancos igualmente labrados en la propia roca rodeaban los alrededores iluminado débilmente por llamas que luchaban por no morir en la fría estancia.
Arropado por las pieles de oso y sus ropajes de guerra su aspecto era temible, aunque su cansancio también podía entreverse en su ojos. Se dio la vuelta sobre sus pies y miró una última vez las tumbas que flanqueaban la estancia. La mayor, la de su difunto padre, Rey de Desferro, y, al otro lado de la estancia, la de su esposa, la siempre hermosa María, cuyo semblante adornaría su ataúd por los siglos de los siglos...

No hubo apenas abandonado la sala cuando por el pasillo llegó Eduardo, vestido de manera elegante con una túnica y unas pieles de abrigo sobre sus hombros.

- Padre, esta todo dispuesto para vuestra marcha. ¿Estáis seguro que no deseáis que os acompañe? Quizá puedan haber dispuesto una estratagema contra usted... - sus palabras murieron en el aire cuando Francisco alzo la mano para acallarlas. Con el rostros ansioso y aún deseoso de proseguir sus argumentos, Eduardo hizo acopio de fuerzas para frenar su lengua a la espera de las palabras de su padre.

- Tusana y yo nos conocemos desde antes de que nacieras. No intentará nada.

Francisco no dio pie al replicar de su hijo. Estaba cansado y deseaba abandonar el castillo para dirigirse al encuentro de su vieja amiga a la que, por derroteros del destino, ahora combatía por algo que apenas lograba recordar. Era una sensación extraña en su pecho que esperaba saciar con su vista y el escuchar al fin las palabras de sus propios labios y no por medio de intermediarios.
Con un fuerte abrazo se despidió de su primogénito y se encaminó por el pasillo al patio de armas donde le esperaban para el viaje.

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Largo tiempo había pasado desde la última vez que las "Llanuras del Ocaso" vieran pisar sus prados. El cielo ya nunca mas sería azul, ni verdes sus prados, ni los sacerdotes volverían a andar sobre ellas nunca mas. La gran mesa redonda de piedra, cuyas runas habían custodiado este lugar santo, ahora deslucían rotas por doquier, con los restos de tan ceremoniosa construcción. Nada quedaba de lo que antaño fuese bello, sagrado. Oscuras nubes tormentosas se cernían y las llanuras eran solo otro de los lugares donde la guerra se había cebado.

La Reina Tusana desmontó de su caballo, dejando atrás, en la leve altiplanicie, a sus consejeros, carruaje y su guardia personal. Sus pasos eran embriagados por el antiguo olor del lugar, recuerdos, sentimientos de nacimiento que ahora morían al redescubrir aquel lugar. Cuando finalmente llegó a los restos de la gran mesa el Rey de Desferro, Francisco Montero, ya le esperaba allí, solo, desarmado y con sus ropajes de guerra; con una mirada que denotaba alivio por verla y tristeza, una sensación compartida que quedaba acallada por la solemnidad de un "Concilio" como aquel.

- Bienvenida seáis Reina de Izauba, las "Hijas de la Luna", mi corazón se place con vuestra presencia y mi alma llora vuestra pérdida - Francisco apoyó su mano derecha sobre su corazón como muestra de saludo y respeto.

- Bienvenido seáis vos también Rey de Desferro, me complace vuestra sinceridad y me uno a vos en vuestro dolor - Tusana cruzó sus brazos sobre el pecho y agachó levemente su cabeza en contestación a las amables palabras de su contrincante y amigo. Tras un momento de silencio en que sus ojos se quedaron fijos, pétreos, ambos se acercaron un poco mas y buscaron asiento donde reposar. Multitud eran las piedras, restos de la antigua construcción, que se extendían por la zona por lo que no les fue difícil encontrar un lugar para ello.


- Yakán llora la muerte de sus hijos y la destrucción que se ha sembrado sobre ella. Lejos ha quedado "El Pacto" que firmaron aquí nuestros padres y poco o nada queda ya de ello mas que las lágrimas vertidas por sus hijos - Francisco había iniciado la conversación, cogiendo la mano derecha de Tusana mientras la miraba a los ojos - Mucho hemos sufrido todos por razones que han marchitado como estos campos y que deseo dejar atrás...

- Habláis con inteligencia Francisco. Los días de paz quedaron atrás hace mucho y nuestros hijos han nacido sin apenas conocerlos. La segadora se ha llevado demasiadas almas al Ágate y nos ha privado de una felicidad que nuestros padres habían ganado con su sangre. Pese a ello, graves son las afrentas y las cicatrices de ambos pueblos, ¿cómo creéis que puedan sanar?.

Francisco se mesó la barba un momento antes de proseguir.

- Solo hay una manera, mi Reina, con sangre.




 Las palabras hicieron mella en la coraza de Tusana; en su interior conocía la respuesta a su pregunta pero dudaba que pudiesen repetirse los votos de antaño con una renovación como aquella. Deseaba hacerlo pero cómo podría condenar así a su hija. No pudo reprimir el recuerdo de como ella misma se vio implicada hace años en el "Pacto" de su padre y como aquello desencadenó en la contienda que ahora azotaba todo Yakán y la lucha de los Reinos de los Hombres.

- Es doloroso recordar los errores del pasado Tusana, pero permitidme ser yo quien tienda la mano esta vez para reconciliar a nuestros hermanos, hijos y padres, en una promesa que no será rota, creedme.

Tusana miró fríamente a Francisco; parecía una eternidad cuando ambos y el resto de príncipes y princesas, se reunían bajo los "Grandes Árboles" para jugar, cantar, reír... luego todo eso se había visto truncado por la muerte, la sangre y la traición. ¿Cómo podía olvidar esa afrenta, esa cicatriz doliente, y empezar nuevamente de cero? ¿Podrían su propio padre estar de acuerdo con aquello? Su muerte y la de su madre estaban aún muy presentes en su memoria al igual que estarían en la de Francisco. Todos habían perdido mucho y el odio había guiado sus actos en una guerra que ya duraba demasiado.

- ¿Cómo podrá entender mi pueblo la unión con aquellos que asesinaron a sus monarcas mas queridos? A mi misma me cuesta olvidar aquello y creer que los hijos que hemos criado deben olvidar los actos que cometieron otros para forjar la paz.

Francisco se levantó de su asiento; sentía hervir la sangre ante aquellas acusaciones. Él mismo había perdido a sus padres en los inicios de la contienda bajo una emboscada Izauba. Desconocía los lejanos hechos de la muerte de los padres de Tusana pero confiaba en la rectitud de su padre e ignoraba que motivos podrían haberle llevado a aquel atentado. Fuere como fuese aquello había quedado enterrado por el paso de los años y nunca era bueno hurgar en sacrocampo.



-  No nos concierne a nosotros juzgar a nuestros padres, ni podemos permitir que su destino sea el nuestro y la guerra lo único que conozcan nuestros hijos. Creemos un nuevo rumbo para las gentes de Yakán en que todos podamos empezar de cero y olvidar las semillas del odio plantadas antaño por aquellos que ya no están entre nosotros. Vuestra gente te seguirá. Todos hemos sufrido demasiado, ¿no creeis?.

Tusana examinó las palabras de Francisco y luego su mirada, sus ojos, su alma. Todo ello era cierto; no deseaba ver sufrir mas a su pueblo o a su propia hija por actos que incluso a ella escapaban. Era egoísta condenar a todo su pueblo por ello, pero antes tendría que pensarlo detenidamente y escuchar consejo de sus hombres de confianza. La "Hija de la Luna" se incorporó despacio y miró al cielo mientras un suspiro escapaba de sus labios.

- Tenéis razón ­- convino - llevaré vuestro ofrecimiento a mis gentes y pensaré detenidamente en vuestras palabras. Dadme una semana y uno de mis emisarios os llevará mi respuesta.

Tusana volvió a cruzar ambos brazos sobre su pecho y agachó levemente la cabeza como señal de despedida a lo que Francisco respondió con su mano derecha sobre su corazón.

- Que el Hacedor os guarde y os de sabiduría para afrontar este nuevo reto. Ha sido un honor y un placer volver a veros bella Tusana.


Ambos reyes se alejaron, dejando atrás todo lo que representaba la Llanura, para encaminarse a una nueva promesa de paz.


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...CONTINUARÁ.

PRÓXIMO CAPÍTULO.- "VENENO EN LA SANGRE"


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